jueves, 21 de febrero de 2008

El reto de ser educadores hoy

Alberto Salazar Montoya, coordinador y responsable docente de Master-D Zaragoza (06/06/2005)

Lo que hoy denominamos educación, abarca un escaparate amplísimo. Desde el mismo momento de encontrarnos inmersos en la “tarea” de vivir (según algunos estudiosos incluso antes) iniciamos la “carrera” del aprendizaje cuyo único límite lo da el fin mismo de la propia existencia.

El aprendizaje suele producirse de varias formas. Dependiendo del punto de vista, existen múltiples clasificaciones. Hoy quisiera fijarme en una de ellas, muy simple, pero que puede aportar una visión diferente.

Por un lado estaría lo que venimos en denominar el autoaprendizaje. Por simplificar de alguna manera el significado del mismo, lo podríamos definir como aquél que surge de la propia experiencia. Cada situación y cada decisión generan un aprendizaje.

Por otro lado estaría lo que hemos denominado el aprendizaje mediado. Este tipo de aprendizaje es el resultante de la acción de agentes de nuestro entorno sobre nosotros mismos. Aquí se encontrarían como promotores de nuestro aprendizaje nuestros padres, nuestros profesores y todos los que formarían parte de lo que denominamos experiencia social.

Por último destacaría lo que he querido denominar como aprendizaje reflexivo – predictivo. Este sería el que me orienta hacia el futuro. Soy yo quien a través de mis propias decisiones y a través de la elección de las alternativas educacionales, preparo el futuro que pretendo para mí. Este tercer tipo de aprendizaje estaría muy relacionado con el segundo, dado que parte de los agentes del mismo serían coincidentes, pero se diferencia sobre todo en el hecho de que soy yo quien elige al tipo de agente para que me forme y oriente hacia el futuro que pretendo para mí.

A la hora de referirme a formadores – educadores, quisiera hacer referencia sobre todo a los que son protagonistas de la generación de los dos últimos tipos de aprendizaje. Centrémonos en la cuestión central del perfil necesario, adecuado o ideal, para el ejercicio de la docencia.

Parto del hecho de que cada tipo de discente, dependiendo de sus cualidades y sus propias necesidades, podría necesitar a un tipo de docente o de docencia, según se mire. A partir de aquí, y sin profundizar demasiado en la multiplicidad de perfiles, yo me fijaría en tres cualidades o condiciones generales, sin las cuales, desde mi punto de vista, un docente estaría “cojo”:

- Un docente deberá ser vocacional: Le debe gustar lo que hace, debe encontrar sentido a su labor. Debe realizar su trabajo, no como una actividad cotidiana y rutinaria, sino como una continua vivencia y experiencia renovadora. El sentido vocacional de este trabajo, lejos de quitar méritos a esta labor, la enriquece enormemente. Añadiría, además, que cualquier desarrollo laboral que no sea fruto del sentido vocacional del mismo, se convierte en un “tormento” para cualquiera, siendo que, de esta forma, lejos de enriquecer y hacer crecer a las personas, las empobrece y las dirige hacia la única recompensa que les queda: la satisfacción pecuniaria.

- Un docente debe ser también, ante todo, un profesional. Cualquiera a quien le guste algo, si no está cualificado, si no es un verdadero profesional, lejos de enriquecerse y enriquecer, suele abortar el desarrollo lógico de todos los que de él dependen. Es por esto que lo profesional sin lo vocacional supone la carencia de “alma” y lo vocacional sin lo profesional sería quedarse sólo con el espíritu perdiendo la consistencia y el cuerpo.

- La tercera cualidad que destacaría la voy a denominar vivir en el día. Voy a tratar de explicarme: Hoy en día, por lo general, nos toca vivir en una estructura de escuela heredada del siglo XIX. Los profesores, también por norma general, estamos ubicados en estructuras docentes del siglo XX. Y con todo esto a veces no nos damos cuenta de que debemos educar y formar a alumnos del siglo XXI. Con este preámbulo, es muy fácil llegar a la conclusión de que un docente de hoy en día no sólo debe estar al día, sino que debe ser consecuente con el futuro inmediato de sus educandos y estar en el día, o sea, deberá prepararse y adelantarse a lo que los alumnos vayan a necesitar en su futuro profesional y personal.


Desde mi punto de vista este sería el perfil de un buen educador, ejerza donde ejerza. Por resumir de alguna manera estas tres características del perfil del educador de hoy en día, podríamos decir que estarían muy en relación con el hecho de:

- Ser consecuente con uno mismo (vocacional).
- Ser consecuente con los educandos (profesional).
- Ser consecuente con la sociedad (vivir en el día).

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